martes, 19 de febrero de 2008

Ficha Metodología encuentro Mujeres

MUJERES EN MOVIMIENTO:
UNA EXPERIENCIA DE MUJERES EN LATIONAMÉRICA.

FICHA.
Hacia la Asamblea Ciudadana regional de 2010.·
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Como parte del desarrollo de una metodología que nos permita un mejor acumulado útil de las reflexiones colectivas de este proceso de ASAMBLEA REGIONAL CIUDADANA DEL CONO SUR, se entrega este documento preparatorio a los debates por realizarse en el próximo encuentro sobre Mujeres de Lima, Perú. Se trata de un insumo de partida a ser permanentemente revisado y corregido por el desarrollo mismo de los encuentros y reflexiones. Busca aportar en forma sencilla y útil información esencial acerca de la problemática de la mujer, especialmente en Nuestra América.

Situación de la mujer en el mundo

Resulta útil contextualizar en forma general la situación de la mujer en el mundo actual. Razones de orden histórico y de profunda raigambre cultural han condenado durante siglos a la mujer a estructuras culturales, económicas y jurídicas que la relegan a un lugar social, de suyo, subordinado, excluido o en desventaja, respecto del hombre. Barreras jurídicas y culturales impiden todavía, a pesar de avances recientes, su plena igualdad en situación de derechos.

Sus niveles de participación y control sobre recursos económicos y de poder, hablan claramente de que las mujeres experimentan la pobreza de una manera diferente, más agregada. Del 1.3 billones de personas que viven en la extrema pobreza (con menos de un dólar al día) en el mundo, 70% son mujeres. De los analfabetos, son el 75%. De los que no tienen acceso a la educación primaria, el 70%.

A pesar de ser productoras de la mitad de los alimentos del mundo, apenas ganan el 10% del ingreso y son propietarias, es decir, tienen acceso, uso y control, de menos del 1% de la propiedad global: tierra, capital, información, nuevas tecnologías, recursos naturales, vivienda (UNIFEM. Informe Bienal. 2.000).

En América Latina y el Caribe donde, según el Informe del Comité de Desarrollo del Banco Mundial del año 2.002, la cantidad de personas en pobreza (menos de 1 dólar diario) aumentó de 48 millones en el año 1.990 a 57 millones en el año 2.000 (a pesar de disminuir la proporción porcentual de 16 a 11 %), la mujer todavía sufre con más severidad la pobreza, gana en promedio un 25 % menos que el hombre por un mismo trabajo, el desempleo abierto es mayor para ellas, 6.1 % frente a 2.9 % de los hombres, y reciben sólo un tercio de la pensión que logran los hombres (CEPAL. 2.002-2.003).

Otro ejemplo, relevante y creciente, de estos procesos es el de las mujeres y la migración. En los últimos 40 años la proporción de migrantes mujeres en el mundo ha venido en aumento relativo constante y pasó de ser minoritaria a igual o mayor a la de hombres en grandes zonas del planeta, particularmente en el ámbito de América Latina que de las regiones en desarrollo es la de mayor proporción, cerca del 50.5% de los 20 millones de migrantes regionales, cerca del 10% de su población. Cambio numérico que implica una profunda transformación social y cultural. Como es el caso de las mujeres de zonas rurales de la región para quienes la migración está significando una apertura de horizontes, más allá de sus roles tradicionales. Una evidencia de la relevancia de este proceso la constituye el actual fenómeno de la “masculinización” del campo en América Latina, contrapartida de la emigración femenina, que alcanza a un 12% más de varones entre los 15 y 29 años (CEPAL. 2.002).

Los efectos, disgregadores o enriquecedores, de ello en las propias mujeres, en las familias, especialmente el matrimonio y los/as hijos, en las comunidades y en la sociedad en su conjunto, están en marcha y demandan conocimiento y abordaje. Particularmente, en América Latina, donde por ejemplo, su tradicional rol de sustento material y simbólico de los/as hijos, se ve tensionado por el desarraigo, ruptura y transformación que impone a la familia el proceso de pauperización neoliberal de las últimas tres décadas.

No menor es la todavía vigente subvaloración cultural de la mujer, sobre todo en las zonas signadas por el sub desarrollo, entre ellas, América Latina. Se trata de la desigualdad al interior de los hogares, en innumerables actitudes y conductas que se atribuyen e imponen desde la niñez como las adecuadas y aceptables para las mujeres, limitando sus capacidades y desarrollo. Consecuencia evidente de estos procesos es el hecho de que, a pesar de que las mujeres constituyen alrededor del 50% del electorado en América Latina, la presencia de ellas en cargos de autoridad pública en los ejecutivos, legislativos y municipios de la Región, no llega al 20%, cuestión que tiene a su base el histórico déficit ciudadano de la mujer que, en general alcanzó, por ejemplo, el ejercicio del voto electoral y el acceso a la educación superior alrededor de dos siglos más tarde que los hombres (Huatay & Calquisto. 2.003).

La consideración prejuiciosa de la mujer como mero objeto sexual, asociada a la alta exigencia de belleza física para ser valorada, la convierte también en víctima del acoso y las agresiones sexuales, por parte de empleadores, jefes, agentes de policía y toda clase de personas con atribuciones de poder, casi siempre hombres. Al mismo tiempo, sobre la base de estas concepciones prejuiciosas, disposiciones legales la relegan a un lugar desmedrado frente al hombre, en cuanto a las capacidades de decisión de patrimonio y de los/as hijos y frente a las sanciones sociales, donde, por ejemplo, todavía en varios países de la región se castiga la prostitución femenina, pero no la masculina.

También su consideración como mera dueña de casa, asociada a su supuesta “incapacidad” o “falta de deber hogareño” para realizar otras labores, son formas culturales de subordinación de la mujer, lamentablemente compartidas en todo el continente. Se trata de la división sexual del trabajo que, a pesar de avances recientes, todavía determina en casi todos los países de la región la asignación casi exclusiva de la mujer a las tareas domésticas de carácter reproductivo y de cuidado familiar. Ello trae objetiva sobrecarga de trabajo, el cual carece de visibilización y valoración social y económica, le significa carencia de tiempo disponible para calificarse en otras áreas y para la necesaria recreación, con subsecuentes efectos de deterioro físico y psicológico, pérdida de oportunidades para ingresar en áreas diversificadas y mejor remuneradas del mercado laboral, así como de participar en la actividad social y política.

El hecho de que el porcentaje de mujeres mayores de 15 años sin ingresos propios supere ampliamente al de los hombres en la región, alcanzando en zonas urbanas al 43 % (sobre un 22 % de hombres), habla de una “pobreza invisible”, que no miden las encuestas de ingresos, caracterizada por su dependencia vital del cónyuge, lo que afecta su autonomía, capacidad de decisión y control de su propia vida y el entorno y poniéndolas en gran vulnerabilidad en el caso de viudez, o rupturas de pareja. A ellas se agregan las muchas mujeres que, además de las labores domésticas, trabajan en empresas familiares sin recibir remuneración (Huatay & Calquisto. 2.003).

Todo ello ha llevado a que en 10 años, desde su adopción en el año 1.989 (en vigencia desde el año 1.981) hasta el año 1.999, la “Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer” de Naciones Unidas, haya sido objeto de 24 “Recomendaciones” de su Comité a los Estados partes, entre ellas, sobre: su consideración en las estadísticas (Nº 9 de 1.989), violencia contra la mujer (Nº 12 de 1.989 y Nº 19 de 1.992), igual remuneración por igual trabajo (Nº 13 de 1.989), mujeres que trabajan sin remuneración en empresas familiares (Nº 16 de 1.991), medición y valoración del trabajo doméstico no remunerado de la mujer (Nº 17 de 1.991), igualdad en el matrimonio y relaciones familiares (Nº 21 de 1.994), participación en la vida política y pública (Nº 23 de 1.997).

Se produce así un circulo vicioso, en que condicionantes culturales de hecho, y, lo que es más grave aún, discriminaciones explícitas en los cuerpos legales, le asignan desventajas y obstáculos para participar autónoma y activamente en la toma de decisiones en el hogar, la comunidad local y la sociedad en su conjunto, impidiéndoles o limitando su participación en la asignación de recursos y la definición de políticas y programas. Ello agrava su desprotección, inseguridad y vulnerabilidad, lo que a su vez impide el desarrollo de sus destrezas, habilidades y calificaciones, limitando sus oportunidades de ejercer derechos ciudadanos, imprescindibles, precisamente, para cambiar esta situación.

El acoso y abuso sexual, la violencia intrafamiliar, la explotación laboral y sexual, son los corolarios extremos de esta vulnerabilidad social objetiva de la mujer, que en el caso de muchas migrantes, se ve agravada por la discriminación xenófoba, racista, clasista y la indocumentación.

El enfoque de Género

Con antecedentes rastreables desde la antigüedad, uno de los primeros y emblemáticos casos modernos de la lucha por la dignidad de la mujer es el de Olimpia de Gouges, valiente y trágica precursora feminista francesa. Muchacha campesina y analfabeta transformada en intelectual y artista consumada. Se sumó fervorosamente a la revolución francesa, en las facciones radicales feministas, finalmente reprimidas por el patriarcalismo hegemónico en el seno de la revolución.

Olimpia publicó en 1791 la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”. Un documento que parafraseando a la famosa y fundante “Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano”, hacía extensible su contenido a las mujeres, olvidadas a la hora de definir a sus destinatarios. En ella se declaraba: “Las madres, las hijas y las hermanas, representantes de la nación, piden ser constituidas en Asamblea Nacional. Considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una solemne declaración los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer...".

Olimpia fue encarcelada y ejecutada en 1793 por el gobierno jacobino, el ala más “radical” de la revolución. Sus precursoras ideas serían olvidadas al imponerse el Código Civil napoleónico (1804), férreamente patriarcal y discriminador de la mujer, y que sería modelo del implantado en las repúblicas latinoamericanas.

Durante las primeras décadas del siglo XX, a partir de experiencias como las de las “sufragistas” euro norteamericanas, que lucharon por el derecho a voto femenino, o las de Margareth Sanger, quien luchó por el derecho a una sexualidad y planificación familiar de la mujer, se desarrollaron las luchas y los primeros estudios feministas, en los cuales se cuestionan las diferencias excluyentes, dominadoras y subordinadoras de la mujer respecto del hombre; sin embargo, se limitaban a la familia como el espacio privilegiado en que se desarrollan estas inequidades y conceptuaban a “la mujer” como un ser universal, blanco y de clase media, ignorando las diferencias de clase y etnia (Oliveira Assis. 2.000. En: Martínez. 2.003).

Innumerables estudios posteriores enriquecieron las perspectivas, desarrollando los estudios de género, definido como un sistema objetivo, construido socio históricamente, y recreado cotidianamente, que, a partir de las diferencias sexuales biológicas, dispone la desigualdad entre hombres y mujeres, subordinando o excluyendo a estas últimas. El cual actúa, en interacción con otras dimensiones tales como la clase, la etnia, la nacionalidad, etc., como eje estructurador, cultural, social e institucional, de numerosos ámbitos y fenómenos, entre ellos, el sistema político, económico y cultural, incluidos los propios estudios y conocimientos producidos (Segura. 1.986, Ariza. 1.997 y Pessar & Mahler. 2.001).

La necesidad de una reflexión específica

Todas estas diferencias objetivas que afectan a la mujer deben ser tomadas en cuenta e incorporadas en análisis, política e intervenciones, a fin de que, como muestra incontestablemente la experiencia, no corran el riesgo de ser ineficaces y aún ahonden las deficiencias sociales y de desarrollo.

Cuestión imprescindible de abordar para alcanzar democracias políticas y desarrollos socioeconómicos que sean auténticos y legítimos, como lo muestran los vínculos ya bien documentados entre promoción de la mujer y el éxito de planes y programas de desarrollo. Un mundo responsable, plural y solidario no es siquiera imaginable sin la incorporación protagónica de las mujeres, su dignidad, sensibilidad, fuerza y creatividad.

Razones éticas, de equidad y respeto a sus Derechos Humanos, pero también técnicas, de eficiencia señalan a los impactos en la mujer como cruciales en los avances de la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la discriminación de toda la sociedad. Heroicamente, contra toda dificultad aún por superar, las mujeres de la región han mostrado su capacidad de desarrollo propio y de aportar con ello a la de la sociedad en su conjunto. Datos disponibles para 16 países de la región en el año 2.002, señalan que la pobreza aumentaría en más de 10 % en la mitad de esos países, sin el aporte femenino. Su aporte al presupuesto total de los hogares en la región se encuentra alrededor del 32%, ascendiendo en algunos países como Uruguay y El Salvador a cerca del 40%. En toda la región, durante los últimos 10 años, la mujer se incorporó mayormente (8.7 frente 6.4 % de los hombres) a la población calificada técnica y profesionalmente; lo mismo ocurrió con la actividad económica (CEPAL. 2.003).

Este decisivo aporte permanece, sin embargo, en gran parte invisibilizado y subvalorado, al tiempo que esa no consideración impide avances sustentables en la lucha contra la pobreza y por el desarrollo. Así lo constató explícitamente la meta Nº 4 del Milenio de Naciones Unidas, la cual además de fijar estándares educativos que eliminen las desigualdades de género para el año 2.015, reconoció que la equidad entre hombres y mujeres y la potenciación del papel de la mujer son un medio indispensable para el logro de los otros objetivos, entre otros, la reducción de la pobreza, el acceso universal a la educación, la lucha contra el VIH SIDA, la disminución de la mortalidad infantil y la mortalidad materna.

La incorporación de la dimensión específica de género en la reflexión (conceptual y metodológica) de los fenómenos sociales, tales como los de pobreza, desarrollo, ciudadanía y migración, deviene así en condición necesaria de eficacia y justicia. A fin de que se traduzcan en legislaciones y acciones afirmativas, tales como mecanismos de cuotas, de subsidio y otros, que fortalezcan y potencien las capacidades personales, los ejercicios de derechos y la participación ciudadana de la mujer, eliminando toda forma de discriminación en los ámbitos del hogar, laboral y político.

Mujeres y memoria en Nuestra América
Resulta imprescindible señalar también la rica, aunque silenciada y desconocida memoria propia, nuestra americana, en relación al papel de las mujeres.

Superando largamente la atrasada cultura machista de los “civilizados” europeos, en la insurrección de Tupac Amaru y Tupac Katari de 1871, las mujeres jugaron con plena igualdad un rol crucial en la lucha e imperecedero para nuestra historia.

Es el caso de los muy temidos “batallones de mujeres” que, según los partes de guerra españoles, eran “más feroces que los hombres”, fueron un instrumento estratégico en la lucha. Micaela Bastidas, Bartolina Sisa, Tomaza Titu Condemayta, Úrsula Pereda, Cecilia Escalera Tupac Amaru, Gregoria Apaza, Marcela Castro, Margarita Condori, Manuela Tito Condori, Antonia Castro y centenares de mujeres más, con un promedio de 26 años de edad, y al mando de hasta miles de combatientes, fueron brillantes organizadoras, mandos, combatientes y mártires de la epopeya.

En los llanos de Casanare, actual Venezuela, durante la insurrección tupacamarista, al mando del criollo Javier de Mendoza, José Tapia, sacerdote realista y vicario general, escribía en sus informes al gobierno colonial: “Finalmente esta provincia está en una confusión infernal… Solamente se ve y se sabe de crímenes, prueba de lo cual es la niñería que ha permitido nombrar mujeres como capitanes…” (10 de julio. 1781).

Conocedor de este antecedente, Francisco de Miranda, padre de la moderna independencia anti colonial, elaboró una de sus más precursoras ideas y actividades, pero, sin embargo, de las menos conocidas también. La de defensor y propagador de los “Derechos Cívicos de las mujeres”. Su visión tan clara como argumentada a favor de otorgar estos derechos en una época en que el tema no era considerado por la mayoría de pensadores, muestra su gran cultura y espíritu libertario. Miranda conoció la obra, anticipada en esta materia, de José Condorcet, filosofo ilustrado y revolucionario francés quien, entre innumerables otras ideas, reclamó precursoramente contra la desigualdad de la mujer: “¿no han violado todos ellos el principio de la igualdad de derechos al privar, con tanta irreflexión a la mitad del género humano del de concurrir a la formación de las leyes, es decir, excluyendo a las mujeres del derecho de ciudadanía? ¿Puede existir una prueba más evidente del poder que crea el hábito incluso cerca de los hombres eruditos, que el de ver invocar el principio de la igualdad de derechos... y de olvidarlo con respecto a doce millones de mujeres?” (Acerca de la admisión de las mujeres y los derechos de ciudadanía. 1790).

Miranda conoció de cerca el drama de Olimpia de Gouges, la valiente y trágica precursora feminista francesa. Cuando Olimpia fue encarcelada y ejecutada en 1793 por el gobierno jacobino, el ala más “radical” de la revolución, Miranda, por esos mismos días, es acusado en una serie de intrigas y encarcelado por el mismo gobierno, del cual será siempre un acerbo adversario.

En carta dirigida a Jêrome Petión, a la sazón alcalde de París y primer presidente de la Convención Nacional Francesa, Miranda expone sus ideas coincidentes con las del filosofo Condorcet: "Por mi parte os recomiendo una cosa sabio legislador: las mujeres. ¿Por qué dentro de un gobierno democrático la mitad de los individuos, las mujeres, no están directas o indirectamente representadas, mientras que sí están sujetas a la misma severidad de las leyes que los hombres hacen a su gusto? ¿Por qué al menos no se les consulta acerca de las leyes que conciernen a ellas más particularmente como son las relacionadas con matrimonio, divorcio, educación de las niñas, etc.? Le confieso que todas estas cosas me parecen usurpaciones inauditas y muy dignas de consideración por parte de nuestros sabios legisladores." (26 de octubre. 1792). Que Miranda sostuvo constantemente esta lucha, y que ella cayó en la más absoluta incomprensión y silenciamiento, lo prueban los siguientes pasajes de la misma carta: "Si tuviera a la mano mis papeles, encontraría unos cuantos planteamientos que hice sobre el particular al conversar con algunos legisladores, de América y Europa, los cuales jamás me han dado razón satisfactoria alguna, conformándose con reconocer tal injusticia los más de ellos." (Ibíd.). Lo cual evidencia el grado de radicalidad para la época de su concepción democrática.

Anticipaba así la fragua de mujeres tan cruciales para la lucha de independencia como Manuela Sáenz. Conspiradora contra la dominación española y contra los moldes cínicos con que la sociedad de la época limitaba a las mujeres. Separada de un marido al que no amaba por amor a la revolución y a Bolívar, quien la llamará “Libertadora del Libertador”, pues desbarata dos conspiraciones para asesinarlo. Tempranamente, será conspiradora anti-española en Perú, hecho que llevará más tarde a San Martín a reconocerla con la “Orden de Caballereza del Sol”. Entrega su fortuna personal para el Ejército Libertador que sellará en la batalla de Pichincha (1822) la independencia de Ecuador, su patria de nacimiento. Se enlista con el grado de Teniente de Húsares y combate como lancera a caballo en la batalla de Ayacucho (1824), que expulsó del Perú y de América el dominio español, con tal bravura que el Mariscal Sucre recomienda su ascenso al grado de Coronela.

Acérrima latinoamericanista y radical luchadora por la justicia social, sufrirá el odio de los enemigos del proyecto de Bolívar, chauvinistas y oligárquicos. En 1829, ya derrotado el proyecto bolivariano por las oligarquías y los imperios, escribía a Bolívar ya enfermo y próximo a su muerte: “Simón, Simón, ¿si nuestros indios siguen pidiendo limosna, si nuestros niños siguen en la calle muriéndose de mengua, de qué sirvió la independencia?”. Es perseguida y calumniada también. Se le acusa en Colombia de “extranjera” por haber nacido en Ecuador y combatido en Perú. Ella en carta publicada en un periódico local en 1830, responde: "Lo que sé es que mi País es el continente de la América y he nacido bajo la línea del Ecuador''.

Será desterrada a Paita, pequeño y pobre puerto peruano donde morirá sola y en la miseria, en cuyo camino morirá, también calumniado, abandonado y en la miseria, el gran maestro del libertador Bolívar: Simón Rodríguez, su amigo y compañero de luchas; allí también la visitará Garibaldi, el héroe legendario de la independencia italiana, quien la llamará “la mujer más importante del siglo XIX”; y en alusión a ese mismo lugar el poeta chileno universal, Pablo Neruda, le escribirá su poema “La insepulta de Paita”, incluido en el Canto General. El 24 de mayo de 2007, aniversario de la batalla de Pichincha, en un hecho trascendente de justicia histórica y simbólico de la soberanía y lucha libertaria de su pueblo, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, ascendió póstumamente a la Coronela Sáenz al grado honorífico de “Generala del Ecuador”.

O como Juana Azurduy, joven rebelde, expulsada del convento sedante donde estaba recluida. Estudiosa de las ideas de la ilustración y las historias de la rebelión tupacamarista. Conspiradora anticolonial y más tarde combatiente en el ejército patriota de Bolivia y Argentina. Que perdió a su esposo, el héroe guerrillero de la independencia, Manuel Padilla, y cuatro hijos pequeños en los rigores de la lucha. Que combatió embarazada de siete meses en la batalla del Cerro de Carretas. Que recibió del General Belgrano, por su valor y sacrificio, el grado de tenienta coronela y el obsequio de su espada. Y fue homenajeada personalmente por Bolívar y Sucre. Para morir finalmente, décadas después, al igual que Manuela Sáenz, olvidada y en la miseria.

En esa precursora línea de pensamiento hacia la igualdad de derechos de la mujer, resulta inevitable señalar la figura, fundante para dos mundos, el europeo y el latinoamericano, de Flora Tristán. Nacida en Francia, de la unión de un militar criollo peruano español y una joven francesa, en época del final de la colonia en América Latina. Madre de tres hijos y abuela del mucho más tarde famoso pintor Paul Gauguin. Encarnó en su vida y su cuerpo los dos grandes males sociales de su época: La discriminación y desigualdad de la mujer; y la explotación y miseria de los obreros. Ambos males se fundirán en una sola trama para marcar su vida de desgracias, a partir de un hecho trágico: el fallecimiento de su padre. En efecto, hasta entonces, durante los primeros cuatro años de su vida, su hogar estará lleno de comodidades y del pensamiento ilustrado de la época. Amigos de su familia y visitantes de su casa, serán intelectuales y personajes de la talla de Simón Bolívar y su maestro Simón Rodríguez.

Sin embargo, su madre era madre soltera y, consecuentemente, según la ley de la época, se trataba de una mujer y una hija “ilegítimas”. Ello las dejó en la miseria económica, sin acceso a derechos de herencia alguno. La discriminación de la mujer y la miseria llegaron de ese modo juntas a su vida. Se vio obligada a trabajar tempranamente como obrera en un taller de pinturas, cuyo dueño se enamora de ella. Presionada por su madre y la situación de pobreza, ella, con 18 años de edad, lo acepta en matrimonio por conveniencia en 1821. Sólo cinco años después, en la naciente Bolivia, Sucre presidente, Bolívar inspirador y Simón Rodríguez ministro de Educación, establecían: “Se ha de dar instrucción y oficio a las mujeres, para que no… hagan del matrimonio una especulación para asegurar su subsistencia” (Simón Rodríguez. 1830).

De alma inquieta y libertaria, cuatro años y tres hijos después, decide separarse. Vuelve a la miseria, que le arrebata a dos de sus hijos, uno muerto de enfermedad y otro entregado a su marido. Vendrán años de constante pobreza, trabajando en diversos países y oficios. También de permanente acoso y violencia de su ex esposo, con el que mantendrá conflicto legal por la tuición de su tercera hija. Se traslada al Perú, entonces envuelto en guerra civil, en busca de la herencia de su padre, sólo recibe una pensión heredada y la fuerte discriminación de esa sociedad tan patriarcal, racista y clasista que impacta fuertemente su sensibilidad. Permanece allí un año y se contacta con la intelectualidad peruana de la época. De regreso a Francia, su marido le dispara en la calle dejándola gravemente herida, pero también libre de su acoso al ser encarcelado.

En esos años, Flora lee y reflexiona todo el pensamiento progresista de su época. Se vincula al movimiento obrero, a Carlos Fourier, socialista francés, y a Roberto Owen, socialista inglés, entre muchos otros. Publica libros, ensayos y artículos de periódicos, de carácter autobiográficos, de reivindicación de los derechos de la mujer y de los derechos de los obreros. “De la necesidad de dar buena acogida a las mujeres extranjeras”. “Peregrinaciones de una paria”. “Los conventos de Arequipa”. Su experiencia de ser “paria” en ambos mundos, el europeo y el americano, conjuntamente con su rica reflexión, le lleva a una posición cosmopolita, de fraternidad universal. “Los limites de nuestro amor, no deben ser los matorrales que encercan nuestro jardín ni los muros que rodean nuestras casas ni las montañas o mares que bordean nuestros países. A partir de hoy nuestra patria debe ser el universo” (1835). En 1837 envía a la Cámara de Diputados francesa una petición “para el restablecimiento del divorcio”. Al año siguiente envía otra para abolir la pena de muerte. Publica artículos sobre las cartas de Bolívar a sus padres. Escribe en varios periódicos socialistas y se involucra de lleno en el movimiento obrero. Publica su novela filosófica y social “Mephis”. En 1839 viaja por cuarta vez a Inglaterra, ingresa disfrazada de hombre a la Cámara de los comunes. Publica al año siguiente “Paseos por Inglaterra”, donde refleja su honda impresión por la miseria de los obreros, siendo reproducido en periódicos y re editado dos veces, la segunda con dedicatoria de Flora a las clases obreras.

A partir de 1842, y siempre en medio de la miseria, decide consagrarse por entero al movimiento obrero. Escribe su diario personal y su obra más acabada: “La unión obrera”. En ella, da contenido de clase a la fraternidad universal declarada siete años atrás. Anticipándose al “proletarios del mundo, uníos” de Carlos Marx –que entonces inicia su carrera como analista político-, propone el programa de una “Unión universal de obreros y obreras”. Incluye también la demanda por el “Derecho al trabajo”, que habrá de ser reconocido formalmente por el gobierno francés en 1848, cuatro años después de su muerte. El libro será publicado por ella misma con campañas de autofinanciamiento entre amigos y obreros. En gira por Francia para agitar el programa contenido en él, hostigada por la policía y gravemente enferma, muere en 1844. Los obreros financian y erigen un monumento en su homenaje. Los periódicos publican sus trabajos y libros. Los obreros re editan su “Unión Obrera”. Marx reconoce y elogia sus ideales. En 1848, en Burdeos, los obreros construyen un mausoleo de mármol blanco en su honor, más de 10 mil personas asisten a su inauguración. En su frontis se leía: “A la memoria de la señora Flora Tristán, autora de La Unión Obrera. Los trabajadores agradecidos: Libertad, Igualdad, Fraternidad, Solidaridad”.

Como culminación de un proceso biográfico y colectivo, a lo largo de su vida, supo aunar la reflexión y propuesta frente a los dos grandes males sociales que sufrió y combatió en carne propia, aún en contra de “socialistas” misóginos como Ferdinando Lasalle y Pedro Proudhon, y adelantándose varios años a la reflexión igualitaria en este terreno de socialistas como Mijail Bakunin, Carlos Marx y Pablo Lafergue. “Compréndanlo bien, las leyes que rebajan a la mujer, privándola de instrucción a la larga servirán para oprimirlos a ustedes, los proletarios... No es a nombre de la superioridad de la mujer, de la cual podrían acusarme que yo les digo de reclamar los derechos de la mujer, antes que discutir sobre su superioridad será necesario que la mujer sea reconocida como un individuo social… A vosotros, obreros que sois las víctimas de la desigualdad de hecho y de la injusticia, a vosotros os toca establecer al fin sobre la tierra el reino de la justicia y de la igualdad absoluta entre la mujer y el hombre. Dad un gran ejemplo al mundo… y mientras reclamáis la justicia para vosotros, demostrad que sois justos, equitativos; proclamad, vosotros, los hombres fuertes, los hombres de brazos desnudos, que reconocéis a la mujer como a vuestra igual, y que, a este título, le reconocéis un derecho igual a los beneficios de la unión universal de los obreros y obreras” (La Unión Obrera. 1843). Desde entonces, la figura y el legado de esta precursora de la justicia para mujeres y obreros, no han dejado de crecer en los dos mundos que le dieron vida, el europeo y el latinoamericano.

Desde las precursoras reflexiones de Miranda, tendría que pasar todavía mucho más tiempo para que los derechos políticos de las mujeres, a elegir y a ser elegidas, se abriera lento y resistido camino por más de un siglo y medio en el continente latinoamericano. Y algunas cuestiones civiles, como sus derechos y funciones en el matrimonio y respecto de los hijos, reclamados por Flora Tristán, todavía más, hasta años recientes. La comunidad internacional, a través de la Convención respectiva sobre la Mujer de Naciones Unidas (CEDAW), habría de trabajar hasta 1979 para dar ese paso decisivo. Y aún quedan muchas desigualdades esperando justicia en este ámbito. En 1960, el corrupto y sanguinario régimen de Leonidas Trujillo en Republica Dominicana, asesina cobarde y brutalmente, a golpes, a las tres Hermanas Mirabal, llamadas las “Mariposas”, por el nombre clave “Mariposa”, usado en la resistencia clandestina por Minerva, la líder de las hermanas, primera mujer abogada del país, y activa dirigente de la resistencia. Seis meses más tarde, el tirano será ajusticiado. En conmemoración de la inmolación de Minerva, Patria y Maria Teresa, las “mariposas” Mirabal, el “Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe”, celebrado en Bogotá, Colombia en 1981, declaró el día de su martirio, 25 de noviembre, como “Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer”

Actualizando esa tradición de pensamiento universal y latinoamericana en el seno de la revolución cubana, con una síntesis de la lucha por la igualdad de la mujer y la del proletariado que recuerda a la que anticipara Flora Tristán, el Che Guevara señaló: “…efectivamente la mujer todavía no se ha desatado de toda una serie de lazos que la unen a una tradición del pasado que está muerto. Y, de esa manera, no se incorpora a la vida activa de un trabajador revolucionario. Otra puede ser, que la masa de trabajadores, el llamado sexo fuerte, considera que todavía las mujeres no tienen el suficiente desarrollo, y hacen valer la mayoría que tienen; en lugares como éstos se notan más los hombres, se hace más claro su trabajo, y de allí se olvida un poco, se trata subjetivamente el papel de la mujer. Hace unos meses -pocos meses- nosotros tuvimos que cambiar una funcionaria en el Ministerio de Industrias, una funcionaria capaz. ¿Por qué? Porque tenía un trabajo que la obligaba a salir por las provincias, muchas veces con inspectores o con el jefe, con el Director General. Y esta compañera, que estaba casada -creo que con un miembro del Ejército Rebelde-, por voluntad de su marido, no podía salir sola; entonces, tenía que supeditar todos sus viajes a que el marido dejara su trabajo, y la acompañara a cualquier lugar donde tuviera que ir, de una provincia. Esta es una manifestación cerril de discriminación de la mujer. ¿Es que acaso la mujer tiene que acompañar al marido cada vez que tiene que salir por el interior de las provincias, o por cualquier lugar para vigilarlo, no vaya a caer en tentaciones, o algo por el estilo?

¿Qué indica esto? Pues, sencillamente, que el pasado sigue pesando en nosotros; que la liberación de la mujer no está completa. Y una de las tareas de nuestro Partido debe ser lograr su libertad total, su libertad interna, porque no se trata de una obligación física que se imponga a las mujeres para retrotraerse en determinadas acciones; es también el peso de una tradición anterior. Y en esta nueva etapa que vivimos, en la etapa de construcción del socialismo, donde se barren todas las discriminaciones… la sociedad donde desaparezcan todas las diferencias, en este momento no se puede admitir otro tipo de dictadura que no sea la dictadura del proletariado como clase. Y el proletariado no tiene sexo; es el conjunto de todos los hombre y mujeres que, en todos los puestos de trabajo del país, luchan consecuentemente para obtener un fin común” (Discurso en la asamblea general de trabajadores de la textilería Ariguanabo. 24 de marzo. 1963).

Bibliografía

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Plataforma de Acción “Acción para la Igualdad, el Desarrollo y la Paz” de la 4º Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing. 1.995.
Protocolo facultativo de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. 1.999.


· Elaborado por el Área de Metodología de la “Asamblea Regional de Ciudadanos”. Febrero de 2008.

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